No es lo mismo saber conocer o saber demostrar una verdad que saber hacer algo (un edificio o una obra de arte). Tampoco es lo mismo saber conocer, saber hacer algo que saber actuar...
Saber actuar dice relación directa con nuestro ser en cuanto orienta nuestras decisiones de vida. A diferencia de nuestra esencia, nuestra existencia no está hecha; debemos decidir en cada segundo el cómo existirla, cómo realizarla. Tomar una decisión correcta no es fácil; pues podría ser una elección conveniente pero injusta, no prudente o no correcta porque atenta contra un bien mayor... El saber actuar dice relación directa con el saber moral, dando lugar a una disciplina filosófica que llamamos ética. Sólo el ser humano es un ser moral que, por lo mismo, puede actuar contrariamente a la moral, esto es, inmoralmente. El animal no es moral ni inmoral sino amoral; el hecho de no ser consciente de sus actos, de no tener otras opciones que las que determina su naturaleza y hábitat, le exime de hacerse responsable de sus actos.
El saber ético o saber de la moral, tiene que ver con el saber discernir entre el verdadero bien y el aparente bien o mal... La ética es el saber de las virtudes y de los vicios, de los principios generales que rigen los actos, calificándolos de buenos, menos malos, más malos o perversos; la ética estudia el deber ser y el no deber ser; la conciencia moral, los atenuantes y agravantes... Aristóteles, en el Siglo IV escribió el primer tratado de ética el cual dedicó a su hijo Nicómaco; de ahí, que le llamara: "Ética a Nicómaco" o "Ética Niocomaquea".
Somos seres morales; consustancialmente morales.
La relación organismo –medio se sustenta en una estructura natural que, de modo predeterminado, permite al animal responder a las suscitaciones que afectan su viabilidad. El animal es un ser reactivo; su vida está limitada por la capacidad de reacción a los estímulos del medio; no tiene más opción que la permitida por su dotación biológica: es un ser “ajustado”, predeterminado por su organismo y por el medio en que habita. Por lo mismo, podemos afirmar que en el animal no hay error de respuesta, no hay responsabilidad; no tiene que justificar su respuesta porque en él no existe la posibilidad de optar. Al gato no le queda más que hacer uso de sus garras para apresar la comida, defenderse o atacar ¿El ser humano? Su gama de posibilidades es inacabable; sólo depende de sus conocimientos, imaginación, de su voluntad, de su perfección o imperfección moral....
¿Qué acontece en nosotros?
Saber actuar dice relación directa con nuestro ser en cuanto orienta nuestras decisiones de vida. A diferencia de nuestra esencia, nuestra existencia no está hecha; debemos decidir en cada segundo el cómo existirla, cómo realizarla. Tomar una decisión correcta no es fácil; pues podría ser una elección conveniente pero injusta, no prudente o no correcta porque atenta contra un bien mayor... El saber actuar dice relación directa con el saber moral, dando lugar a una disciplina filosófica que llamamos ética. Sólo el ser humano es un ser moral que, por lo mismo, puede actuar contrariamente a la moral, esto es, inmoralmente. El animal no es moral ni inmoral sino amoral; el hecho de no ser consciente de sus actos, de no tener otras opciones que las que determina su naturaleza y hábitat, le exime de hacerse responsable de sus actos.
El saber ético o saber de la moral, tiene que ver con el saber discernir entre el verdadero bien y el aparente bien o mal... La ética es el saber de las virtudes y de los vicios, de los principios generales que rigen los actos, calificándolos de buenos, menos malos, más malos o perversos; la ética estudia el deber ser y el no deber ser; la conciencia moral, los atenuantes y agravantes... Aristóteles, en el Siglo IV escribió el primer tratado de ética el cual dedicó a su hijo Nicómaco; de ahí, que le llamara: "Ética a Nicómaco" o "Ética Niocomaquea".
Somos seres morales; consustancialmente morales.
La relación organismo –medio se sustenta en una estructura natural que, de modo predeterminado, permite al animal responder a las suscitaciones que afectan su viabilidad. El animal es un ser reactivo; su vida está limitada por la capacidad de reacción a los estímulos del medio; no tiene más opción que la permitida por su dotación biológica: es un ser “ajustado”, predeterminado por su organismo y por el medio en que habita. Por lo mismo, podemos afirmar que en el animal no hay error de respuesta, no hay responsabilidad; no tiene que justificar su respuesta porque en él no existe la posibilidad de optar. Al gato no le queda más que hacer uso de sus garras para apresar la comida, defenderse o atacar ¿El ser humano? Su gama de posibilidades es inacabable; sólo depende de sus conocimientos, imaginación, de su voluntad, de su perfección o imperfección moral....
¿Qué acontece en nosotros?
Primero, nosotros no respondemos a una mera afección de estímulos suscitadores de nuestro organismo; pues nuestra capacidad de inteligir nos coloca ante estímulos que sabemos son reales. Precisando aún más, nos enfrentamos a realidades estimulantes y desde una realidad, la propia, que también la sabemos tal, ideamos un proyecto... Esta situación nos pone en un nivel de existencia que trasciende lo orgánico y lo inmediato, tanto espacial como temporalmente: una existencia que debe justificar sus respuestas ante sí y ante los que afecta. Además, dado que somos conscientes de que esa realidad que nos estimula no se agota en esa estimulación; podemos pre-ocuparnos de ella y no sólo ocuparnos; podemos enfrentarnos a ella, esto es, ponerla frente a nosotros, de tal forma decidir qué hacer ante su estimulación y nuestras sensaciones, percepciones, impulsos: somos libres y, por lo mismo, responsables de la respuesta que demos.
La opción es consustancial a nuestra existencia; también entonces su justificación. Debemos dar razón por la acción elegida y por el rechazo de las demás. Es esta nuestra condición moral ineludible.
Tienes hambre... allí está la comida; pero no.... debes distribuirla para que todos puedan sobrevivir: Pre-ocupación, proyeco o planes, responsabilidad, consideración, fortaleza, prudencia, equidad... Todo eso y más en las decisiones tomadas por los 33 mineros...
Principios de la educación moral
1. Debemos conocer la realidad, para direccionar nuestros actos y optar por aquellas respuestas que impliquen “cultivo de” y no “destrucción de” la realidad: Dar la espalda a la realidad es una actitud suicida y homicida de la cual somos inevitablemente responsables:
“Es suicida ya que quien construye castillos en el aire, desconociendo el terreno que pisa, no tarda en caer en algún hoyo. La imaginación pueril como es sabido es la que se pierde en ensoñaciones sin punto de apoyo en la realidad, y después sucede que el niño, a fuerza de imaginar sin fundamento, se creyó Tarzán y se rompió el fémur pensando que saltaba de liana en liana. La imaginación creadora, por contra, la imaginación adulta, es la que se nutre de la realidad y trata de ampliarla proyectando desde ella. Por otra parte, desconocer la realidad y construirse la vida de espaldas a ella es también «homicida»: el que vive siempre en las nubes es un peligro privado y público, bien porque propone proyectos ilusorios, que acaban en la frustración de quienes se alistaron confiados, bien porque ignora si está causando daño o bien. Su ignorancia resulta en cualquier caso peligrosa.
Por eso conviene experimentar la realidad cotidiana, informarse, recurrir a las aportaciones de distintos saberes, y echar mano de la experiencia ajena a través de la literatura, el cine, las artes plásticas y unos medios de comunicación «bien administrados». Una mente abierta a los problemas y a las propuestas de solución ya existentes es esencial para una persona moralmente educada.” (Artículo en “Somos inevitablemente morales” de Adela Cortina Catedrática de Ética y Filosofía Política Universidad de Valencia http://www.zubiri.info/cortina.htm )
2. Debemos ser idealistas pero no utópicos o ilusorios: Un ideal es una idea de perfección de existencia generada desde una realidad que ha sido desentrañada por una inteligencia que respeta su ser y, por lo mismo, vislumbra caminos para su cultivo; distingue entre nutrientes y nocivos para la misma.
“Sería idealismo positivo considerar que la historia humana se construye también con ideas e ideales, y que es puro conformismo, dejación de humanidad, resignarse a pensar que no hay más cera que la que arde, aferrarse con uñas y dientes a la vulgaridad y la ramplonería, tachando de ilusos a cuantos intentan abrir nuevos horizontes. (…). Una cosa es soñar utopías cuyo fracaso conduce a la frustración de los ideales por los que nacieron, otra bien distinta ampliar el ámbito de la realidad posible, para encontrar siempre ante cualquier problema una salida. Los enigmas excitan la imaginación y la razón creadoras; las aporías, los callejones sin salida bloquean las capacidades humanas y acaban matando el impulso vital.” (Ibíd.)
Quienes de espalda a la realidad elevan una idea preconcebida como ideal, caen en un utopismo relativista, direccionado por intereses particulares, por ansias de poder o dominio sobre la realidad para su consumo o apropiación. Quienes dan la espalda a la realidad intentarán por todos los medios promover una masa de hombres no pensantes, no críticos, no creativos, sin ideales, sin convicciones morales: seres manipulados pero no educados.
3. Para educar en responsabilidad, debemos educar desde la realidad de un ser humano “situado”, que nos permita cumplir con aquellos tres momentos éticos de que habla Ignacio Ellacuría: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella para que sea como debe ser.
«Hágase usted cargo» -decimos cuando pretendemos que alguien comprenda bien una situación antes de decidir, no sea cosa que tome una decisión de la que después podría arrepentirse.
«Cargue usted con las consecuencias» decimos cuando queremos mostrar a alguien que es a él a quien van a pedirse responsabilidades de lo que sucede, porque es quien toma la decisión, por mucho que quiera escabullir el bulto.
«En definitiva es usted el encargado» decimos cuando el responsable se esfuerza por pasar la pelota al superior, al inferior, o al sistema en su conjunto. Asumir estas tres obligaciones con la realidad social en la que ya estamos implantados es lo contrario de encogerse de hombros alegando que, a fin de cuentas, «no soy guardián de mi hermano. Lo cierto, es que quien intenta eludir la realidad o no darse por enterado de ela y de su incumbencia, es claro que lo que hace es practicar una moral de irresponsabilidad, "que a la larga acaba pagándose. Y digo el impersonal «se» con plena conciencia, porque, lamentablemente, no siempre es el irresponsable quien paga las malas consecuencias, sino otros más débiles que él.».(Ibíd.)
4. Formar personas de bien, es enseñarle a descubrir y amar los valores – verdad, bien y belleza- de tal modo sean asumidos como principios de vida; sean no meramente conocidos sino asumidos como parte de nuestro ser moral.
Ahora bien, llamamos virtudes morales a las diversas formas que presenta la realización del bien, acorde las situaciones que debemos enfrentar durante el desarrollo de nuestra existencia. Así, hablamos de virtudes naturales cardinales o derivadas y de virtudes teologales o sobrenaturales. La educación en este sentido implica un reto moral, pues el bien no siempre es fácil de distinguir del mal; como tampoco es fácil superar la comodidad, conveniencias o placeres inmediatos que puede ofrecer el aparente bien o mal. Muchas veces el ser humano distingue entre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto; pero por debilidad cae en los vicios. Mientras las virtudes implican una real realización del auténtico ser que somos; los vicios implican una falta de auténtica realización que puede ocultarse tras la fachada de bienestar, poder, tener o placer.
Prudencia, Fortaleza, Templanza, Justicia son las virtudes que llamamos naturales “cardinales”, por cuanto como los puntos cardinales, indican un camino de corrección a seguir (un camino educativo). Cada virtud cardinal se puede expresar a través de diferentes virtudes que , entonces, son llamadas “derivadas” La adjetivación de “naturales” es para diferenciarlas de las virtudes teologales o sobrenaturales que dicen relación directa con Dios, pues en Él tienen su origen y destino; así las virtudes de la fe, esperanza y caridad (camino de gracia, revelación y santidad). Imprudencia, Debilidad, Intemperancia e Injusticia; Infidelidad, desesperanza y odio, son las nominaciones que damos respectivamente a los vicios que caracterizan una existencia por oposición o ausencia de las respectivas virtudes. El estudio de la educación en relación con las virtudes teológicas y con el sentido final de la existencia o llamado Bien Final o Último, puede dar lugar a una perspectiva teológica de la educación.
La prudencia es la virtud del saber pensar para decidir en forma correcta. Si no sé distinguir entre el bien y el aparente bien o mal o entre un bien mayor y otro mayor, no podré ser fuerte, templado ni justo; pues dirigiré mis fuerzas hacia lo incorrecto y caeremos en insensatez, astucia, avaricia, prepotencia, irascibilidad, vanidad, ostentación, etc.
Virtudes derivadas de las cardinales (son formas de expresar la prudencia, fortaleza, templanza, justicia, son: Consideración, saber dar y pedir consejo, prudencia corporal, eutrapelia, orden, solidaridad, colaboración, generosidad, magnanimidad, justo anhelo, humildad, obediencia, sobriedad, autenticidad, fidelidad, agradecimiento, responsabilidad, paz, laboriosidad, perseverancia, ecuanimidad y otras.
Principios de la educación moral
1. Debemos conocer la realidad, para direccionar nuestros actos y optar por aquellas respuestas que impliquen “cultivo de” y no “destrucción de” la realidad: Dar la espalda a la realidad es una actitud suicida y homicida de la cual somos inevitablemente responsables:
“Es suicida ya que quien construye castillos en el aire, desconociendo el terreno que pisa, no tarda en caer en algún hoyo. La imaginación pueril como es sabido es la que se pierde en ensoñaciones sin punto de apoyo en la realidad, y después sucede que el niño, a fuerza de imaginar sin fundamento, se creyó Tarzán y se rompió el fémur pensando que saltaba de liana en liana. La imaginación creadora, por contra, la imaginación adulta, es la que se nutre de la realidad y trata de ampliarla proyectando desde ella. Por otra parte, desconocer la realidad y construirse la vida de espaldas a ella es también «homicida»: el que vive siempre en las nubes es un peligro privado y público, bien porque propone proyectos ilusorios, que acaban en la frustración de quienes se alistaron confiados, bien porque ignora si está causando daño o bien. Su ignorancia resulta en cualquier caso peligrosa.
Por eso conviene experimentar la realidad cotidiana, informarse, recurrir a las aportaciones de distintos saberes, y echar mano de la experiencia ajena a través de la literatura, el cine, las artes plásticas y unos medios de comunicación «bien administrados». Una mente abierta a los problemas y a las propuestas de solución ya existentes es esencial para una persona moralmente educada.” (Artículo en “Somos inevitablemente morales” de Adela Cortina Catedrática de Ética y Filosofía Política Universidad de Valencia http://www.zubiri.info/cortina.htm )
2. Debemos ser idealistas pero no utópicos o ilusorios: Un ideal es una idea de perfección de existencia generada desde una realidad que ha sido desentrañada por una inteligencia que respeta su ser y, por lo mismo, vislumbra caminos para su cultivo; distingue entre nutrientes y nocivos para la misma.
“Sería idealismo positivo considerar que la historia humana se construye también con ideas e ideales, y que es puro conformismo, dejación de humanidad, resignarse a pensar que no hay más cera que la que arde, aferrarse con uñas y dientes a la vulgaridad y la ramplonería, tachando de ilusos a cuantos intentan abrir nuevos horizontes. (…). Una cosa es soñar utopías cuyo fracaso conduce a la frustración de los ideales por los que nacieron, otra bien distinta ampliar el ámbito de la realidad posible, para encontrar siempre ante cualquier problema una salida. Los enigmas excitan la imaginación y la razón creadoras; las aporías, los callejones sin salida bloquean las capacidades humanas y acaban matando el impulso vital.” (Ibíd.)
Quienes de espalda a la realidad elevan una idea preconcebida como ideal, caen en un utopismo relativista, direccionado por intereses particulares, por ansias de poder o dominio sobre la realidad para su consumo o apropiación. Quienes dan la espalda a la realidad intentarán por todos los medios promover una masa de hombres no pensantes, no críticos, no creativos, sin ideales, sin convicciones morales: seres manipulados pero no educados.
3. Para educar en responsabilidad, debemos educar desde la realidad de un ser humano “situado”, que nos permita cumplir con aquellos tres momentos éticos de que habla Ignacio Ellacuría: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella para que sea como debe ser.
«Hágase usted cargo» -decimos cuando pretendemos que alguien comprenda bien una situación antes de decidir, no sea cosa que tome una decisión de la que después podría arrepentirse.
«Cargue usted con las consecuencias» decimos cuando queremos mostrar a alguien que es a él a quien van a pedirse responsabilidades de lo que sucede, porque es quien toma la decisión, por mucho que quiera escabullir el bulto.
«En definitiva es usted el encargado» decimos cuando el responsable se esfuerza por pasar la pelota al superior, al inferior, o al sistema en su conjunto. Asumir estas tres obligaciones con la realidad social en la que ya estamos implantados es lo contrario de encogerse de hombros alegando que, a fin de cuentas, «no soy guardián de mi hermano. Lo cierto, es que quien intenta eludir la realidad o no darse por enterado de ela y de su incumbencia, es claro que lo que hace es practicar una moral de irresponsabilidad, "que a la larga acaba pagándose. Y digo el impersonal «se» con plena conciencia, porque, lamentablemente, no siempre es el irresponsable quien paga las malas consecuencias, sino otros más débiles que él.».(Ibíd.)
4. Formar personas de bien, es enseñarle a descubrir y amar los valores – verdad, bien y belleza- de tal modo sean asumidos como principios de vida; sean no meramente conocidos sino asumidos como parte de nuestro ser moral.
4. Educar es enseñar a descubrir y amar los valores – verdad, bien y belleza- de tal modo sean asumidos como principios de vida. Asumidos los valores, pasan a configuran nuestro ser conforme las virtudes. Es la educación como actitud de vida, donde el bien es bondad, la verdad es veracidad y la belleza es éxtasis.
De acuerdo con lo expuesto, la educación, desde una perspectiva ética, es una forma de realización de nuestra existencia, acorde la asunción de los auténticos valores. En este sentido, la educación implica nuestra realización moral; una vía de perfeccionamiento voluntario; de búsqueda, descubrimiento y realización de los más altos valores. Educarse implica el reto de ascender en honestidad, en bondad de ser, en mérito de ser; implica, por lo mismo, la realización de virtudes.
Ahora bien, llamamos virtudes morales a las diversas formas que presenta la realización del bien, acorde las situaciones que debemos enfrentar durante el desarrollo de nuestra existencia. Así, hablamos de virtudes naturales cardinales o derivadas y de virtudes teologales o sobrenaturales. La educación en este sentido implica un reto moral, pues el bien no siempre es fácil de distinguir del mal; como tampoco es fácil superar la comodidad, conveniencias o placeres inmediatos que puede ofrecer el aparente bien o mal. Muchas veces el ser humano distingue entre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto; pero por debilidad cae en los vicios. Mientras las virtudes implican una real realización del auténtico ser que somos; los vicios implican una falta de auténtica realización que puede ocultarse tras la fachada de bienestar, poder, tener o placer.
Prudencia, Fortaleza, Templanza, Justicia son las virtudes que llamamos naturales “cardinales”, por cuanto como los puntos cardinales, indican un camino de corrección a seguir (un camino educativo). Cada virtud cardinal se puede expresar a través de diferentes virtudes que , entonces, son llamadas “derivadas” La adjetivación de “naturales” es para diferenciarlas de las virtudes teologales o sobrenaturales que dicen relación directa con Dios, pues en Él tienen su origen y destino; así las virtudes de la fe, esperanza y caridad (camino de gracia, revelación y santidad). Imprudencia, Debilidad, Intemperancia e Injusticia; Infidelidad, desesperanza y odio, son las nominaciones que damos respectivamente a los vicios que caracterizan una existencia por oposición o ausencia de las respectivas virtudes. El estudio de la educación en relación con las virtudes teológicas y con el sentido final de la existencia o llamado Bien Final o Último, puede dar lugar a una perspectiva teológica de la educación.
Virtudes derivadas de las cardinales (son formas de expresar la prudencia, fortaleza, templanza, justicia, son: Consideración, saber dar y pedir consejo, prudencia corporal, eutrapelia, orden, solidaridad, colaboración, generosidad, magnanimidad, justo anhelo, humildad, obediencia, sobriedad, autenticidad, fidelidad, agradecimiento, responsabilidad, paz, laboriosidad, perseverancia, ecuanimidad y otras.